El universo en cuatro paredes y un baño

Esta historia no es de mi autoría.


La responsabilidad del internet es de ser un repositorio para las artes, y esta obra merece ser preservada del olvido que implica el paso del tiempo, así que tan solo será retirada si así lo solicita el autor original. Nosotros somos los protectores de los sentimientos e información que se enfrentan contra el océano digital.

Un día un narrador sin nombre se da cuenta que ha entrado en un centro comercial sin pantalones. El narrador se encuentra en un pasillo en espiral en lo más adentrado del edificio. Las paredes y el techo se van cerrando, hasta que el pasillo llega a su fin en una puerta. Mientras el narrador hace este recorrido, el tono se establece como introspectivo. La narración se entremezcla con los pensamientos íntimos del protagonista, pero de manera juguetona se va por las ramas para darle una sensación de ilusión, como si el texto fuera la traducción de un sueño, y lo es.

En segundo año de bachiller se me fue asignada la tarea de escribir un libro para la clase de Español. Tenía yo no más de diecisiete años, y mi grupo se conformaba de quienes al día de hoy son mis dos mejores amigos y de mí.

Al inicio pensamos en hacer un solo trabajo en conjunto, seccionar una épica familiar que giraba en torno a una mafia italiana a través de múltiples generaciones, en las que en diferentes eras y naciones se desenvolviera un mismo destino sanguíneo de manera que los tres escribiéramos historias con personajes diferentes y con narrativas propias. Creo que no hace falta decir que era una labor demasiado grande y fuera del nivel alcanzable por un grupo de bachilleres. Sin embargo, consideramos que el planteamiento original de que cada quien tuviese que escribir algo propio sería lo más apropiado y sencillo de manejar; nadie se rompería la cabeza en tratar de reparar contradicciones que inevitablemente se forman de una autoría compartida. Por ello, decidimos hacer una antología.

Se me blanquea la memoria al tratar de recordar el hilo tonal que unía las historias; he perdido ya el trabajo terminado. De lo que puedo decir con certeza, es que había una historia de la que es difícil olvidarme, un cuento corto llamado El universo en cuatro paredes y un baño. Este cuento era el más largo y podría considerársele el plato principal de entre todos los demás.

«Esto no era un pasillo ni un túnel, ni siquiera un laberinto; el cuarto era su propio universo miniatura, infinito y distante como lo es el universo real. No podía sino maravillarme en horror por como un cuarto podía llevarme a tener pensamientos tan oscuros como lo es mi propia muerte. »

El narrador entra por la puerta y se encuentra en una habitación rústica, con cama, muebles, baño, comida y ropa. Hay una ventana que le permite ver al exterior, pero el camino de tierra y el clima le indican por obviedad que fue transportado a otra parte del mundo completamente. La habitación como tal es pequeña, lo que causa que el narrador empiece a sentirse incómodo y observado, amplificado por un muñeco viejo y roto que lo ve desde la cima de un ropero con sus ojos de botones. Al intentar escapar del lugar, se topa con el descubrimiento de que las salidas (que son dos puertas) en paredes adyacentes, llevan una a la otra. O más bien, una lleva a la entrada de una habitación exactamente igual a la otra, que está a unos cuantos centímetros de altura por encima del nivel anterior, en una escalinata en espiral eterna.

El concepto es complicado, pero funcionalmente sencillo de comprender: el protagonista se encuentra en una cámara de reclusión infinita, que no necesariamente se expande, sino que también se abre hacia dentro de sí misma. Este vórtice se convierte en una extensión de la psique del narrador, y mientras aprende cómo funciona su nuevo entorno y descubre a sobrevivir en él, su pasado se revela en fragmentos que van y vienen entre sus pausas para analizar su carácter propio. En él, dos figuras predominan por sobre el resto como personajes que le han marcado: su padre y una mujer que conoce en una entrevista de trabajo.

De manera simultánea se desenvuelven los pensamientos filosóficos del narrador sin nombre, en los que empieza a sospechar que el muñeco de ojos de botón sobre el armario tiene conciencia propia, y los recuerdos de su vida cotidiana. Progresivamente los monólogos internos del narrador se van haciendo más oscuros. Junto a su mente se deteriora su cuerpo, y en algún momento deja de tratar de encontrar una manera de escapar del cuarto. El narrador por un instante se convierte en un objeto más de la habitación y pierde su conciencia en el sentido subjetivo; su tiempo en la habitación ha dañado su mente no solo con la frustración de quién es, sino también con una duda de su propia existencia. El último salto al pasado se corta cuando el narrador encuentra a la mujer de la que se enamoró teniendo una aventura con su padre.

Alrededor de toda la historia hay un aire de morbo, de sexualidad reprimida a punto de desbordar de su tetera hirviendo, pero nunca se llega al erotismo, sino que cada vez se va tiñendo de un aire más y más sucio y cosmopolita. La habitación como tal refleja lo contrario, se convierte en un ambiente natural y cómodo, aún si nunca se convierte en el escape perfecto, pues esos colores le merodean en todo momento desde los ojos del muñeco.

Teniendo nada más qué recordar, el narrador tiene un ataque de ansiedad y corre de puerta en puerta de manera frenética, sin encontrar paz ni descanso de la oscuridad ni del muñeco, y de algo más tampoco.

El narrador cae al suelo de golpe por la fatiga, y decide tomar su vida golpeando su cabeza contra la pared, manchándola de su sangre. No lo logra, porque durante su intento se llega al clímax de la historia en su monólogo final.

Algo se vuelve aparente en estos últimos momentos y es que el narrador se ha convertido en un mueble más en la habitación, pronto su narración se torna en tercera persona, como si su propia consciencia se diluyese y tornara en nada. Pero ello no se vuelve su muerte. El narrador admite a regañadientes que todo el tiempo en el que se entretuvo recordando el pasado fue una distracción, un movimiento para aplazar el afrontar de cara de que su existencia no es banal—lo cual hubiera sido más sencillo. El narrador lo dice, él estuvo nadando profundo en su corazón, chapoteándose y revolviendo sus recuerdos con el único propósito de evadir lo inevitable y alargar lo próximo.

El narrador desmiente su charada. El momento clave de la historia termina su retraso y llega con la revelación de que la existencia del narrador y el universo en que se encuentra dependen el uno del otro, y de morir uno o escapar del otro significa el final absoluto. El narrador necesitaba un lugar en el cual llorar por sobre sus heridas, y el universo necesitaba alguien que le reconociera.

La conclusión se da cuando el narrador se sienta en el suelo con una nueva paz alcanzada, no dispuesto a abandonarse, sino dispuesto a morir de una sola vez; porque se da cuenta de que hay alguien más que reconoce al universo, y de ser así incluso su muerte se escribirá en los registros del polvo y de los desechos, listo para ser olvidado y más listo aún para haber existido. Al final, el muñeco es el único que perdura, tirado en el suelo.

Con ello, el cuento termina. El final es completamente anticlimático, escrito por un adolescente que no supo resolver un final apropiadamente, y prefirió forzar una solución. Sin embargo el narrador obtiene cierre, el universo obtiene su cierre; si hay alguien que puede no obtenerlo es el lector, si de ello dispone, pues en la última línea y en el último punto, cuando imagina al muñeco puede imaginarse a sí mismo e imaginarse cualquier deseo de una conclusión y de un mensaje final.

No sé si alguien alguna vez podría recrearle de otra manera, más sofisticado y apropiadamente ambicioso. Encuentro paz en apreciarlo como una obra perdida e incompleta, pero tal vez añejar y vestir elegante sueños adolescentes no sea una mala idea.

« La verdad es que no moriré. Yo ya estoy allá fuera, dentro de la habitación, pero fuera de sus límites, donde mi consciencia es libre».

«Yo viviré mientras no sea olvidado el universo, y sus paredes, y el polvo sobre el suelo en donde yace el muñeco».

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