Vistiendo pieles

No existe peor castigo para una materia que terminar siendo aquella impartida durante las últimas horas de clase casi veraniegas hacia finales del ciclo escolar, usualmente porque estas terminan siendo detestadas hasta por los mismos maestros que las imparten a causa de transformarse en un último obstáculo antes de que puedan disfrutar del merecido descanso en sus rentados departamentos de soltero y claramente aberrados por alumnos por representar una anatema máxima en contra de esa libertad que todos quienes han sufrido la desdicha de ser adolescentes juran defender incluso con sus vidas. Cuando dieron las tres de la tarde, correspondió aquel día a las clases de inglés ser elevadas como símbolo absoluto de una opresión calurosa que a todos los alumnos mataba lentamente sin ninguna misericordia hasta que se pudo numerar con los dedos a quienes todavía no estaban muertos en vida con los uniformes empapados en una mezcla profana de hormonas.

Todos en la clase sabían inglés desde la infancia temprana por haber desarrollado una relación simbiótica con un televisor que le permitió consumir tantas horas de contenido internacional que de otra manera habría sido matemáticamente imposible, muchos otros poseyendo el privilegio de tener a su alcance los espacios del internet donde encontrar programación que variaba desde escenas de videojuegos hasta torturas de soldados al otro lado del mundo, razones importantes por las que desde hacía media hora nadie prestaba siquiera un poco de atención a lo que el anciano maestro comentaba respecto al uso adecuado del pasado participio y más bien se concentraba tanto en no morir ahí mismo por deshidratación como en sus asuntos personales.

— ¡Seguro que te lo devuelve mañana! ¿No te acuerdas de que también le confiscó sus historietas a Alberto la semana pasada, y se las regresó el día siguiente porque después pensó que se las había llevado por accidente? — Gerardo comentó sonriendo a Luisa luego de que aquel profesor le hubiese arrebatado los garabatos que hacía en vez de anotar reglas gramaticales, todos sus otros amigos mostrando el mismo apoyo a la aspirante dibujante mientras metían los útiles a la mochila. — Lo bueno es que ya nos vamos de aquí.

— Regresaron manchadas con una cosa que no quiero saber qué es. — Alberto indicó lleno de descontento con palabras y movimientos exagerados que denotaban su escuálida complexión. — ¡Qué bueno que solo se tardó un día! ¡Quién sabe lo que les habría el pervertido ese hecho si se las hubiese quedado más tiempo!

— ¡Pero es que me quitó los avances de mi novela gráfica! — Luisa se quejó otra vez sin mucha energía restante en su cuerpo pequeño de propiedades casi vampíricas luego de años negándose a dormir más de tres horas en las noches. — Me voy a desvelar otra vez tratando de recordar qué estaba haciendo… — añadió alargando esta última palabra para luego emitir un sonido gutural característico de ella. — ¡Ya vámonos!

— Supongo que tendré que esperar un poco más para leerlo. — Lorenzo comentó sintiendo la lengua más seca que un desierto mientras el grupo de amigos salía apresurado del salón junto con el resto del estudiantado feral.

Caminaron apresurados hacia la salida de la secundaria para resguardarse de los rayos solares que se rehusaban a mostrar misericordia alguna, muy parecido a cómo las gallinas andan desesperadas hacia los montones de maíz seco con los que se les alimenta antes de que terminen desplumadas en un mercado, Lorenzo siendo el único que se devolvió unos instantes mientras se abanicaba con un pequeño libro de historia para observar en el piso encima de su salón a la niña de quien estaba enamorado. Frida esperaba a sus amigas para irse de ahí mientras perezosamente también se lanzaba aire al rostro con una botella de agua vacía, su rostro idealizado como angelical por aquel adolescente romántico estaba ardiendo mientras sudor caía hasta sus sobrenaturalmente desarrollados pechos, así haciendo que Lorenzo no tuviese otra opción más que mirar su cara hasta que esta se dio cuenta y le saludó con cansancio.

— No vas a conseguir nada con ella si lo único que haces es despedirte como idiota. — Gerardo repitió esta sabiduría una vez más a su amigo mientras los otros miembros de su pandilla comunicaban el mismo aburrimiento ante la cobardía de Lorenzo. — ¡Lánzate por ella de una vez! ¡Seguramente también le gustas a ella! — añadió mientras también saludaba a la susodicha con sus atléticos brazos que la deshidratación había incrementado todavía más de tamaño.

— Mañana será. — Lorenzo respondió para después voltearse e imaginarlo durante el resto del trayecto hacia la enorme puerta de la institución, estando agradecido por la amistad de aquel deportista con la disposición admirable de ayudar a todo mundo a quien tanto admiraba tanto por su actitud como su complexión maratónica.

Se encaminaron rumbo a la estación de autobuses que se encontraba a unas cuantas manzanas de la horrenda secundaria que muchos años previos había sido construida en medio de un área comercial para atraer la atención de perezosos padres que se mudaron ahí para no caminar mucho al hacer sus compras, siendo una especie de pecado original que sus retoños tuvieron que pagar andando bastante rumbo a los únicos transportes que llevaban al aeropuerto o se internaban todavía más en la región. Una marcha que se encargaba de arrebatarle a todos los estudiantes toda la voluntad que todavía hubiese en su cuerpo, consistía en recorrer largas avenidas sin el amparo de una sombra en un orden casi religioso que había de seguirse para no perderse en el laberinto urbano, el conocimiento de popular de doce generaciones escolares había determinado como más seguro aprender a navegar en aquellas cuadras siguiendo a otros que arriesgarse a confiar en el racionalismo.

Sin embargo, aquella tarde se encontraron los adolescentes con una estructura que no tenía motivo para estar presente en una de las primeras calles que se necesitaban tomar para llegar pronto a sus hogares, ninguno explicándose cómo había llegado a la mitad de la circulación un arco colosal de piedra tan mohosa como erosionada en cuya superficie todavía se notaban algunas de las decoraciones góticas que alguna vez tuvo, particularmente unos rostros animalescos aullando en su sufrimiento inefable mientras monstruos quiméricos con apariencia asesina demostraban estar disfrutando aquellas torturas borradas por las inclemencias del tiempo. Nadie más que ellos parecía prestarle atención suficiente al objeto recientemente depositado sin decoro en la avenida, siendo que unos cuantos le esquivaban para no chocar contra sus columnas pero no le daban importancia a su existencia a pesar de que aquella cosa no estaba ahí cuando los estudiantes visitaron el mismo sitio rumbo a la secundaria horas atrás, terminando por ser un poco intimidados por el aura siniestra de la estructura incoherente unos minutos antes de que las mentes juveniles tomaron riendas en el asunto y decidieron que lo mejor era atravesar el arco para no tener que planificar otra ruta hacia los autobuses.  

— Seguramente es una tontería más del gobierno. — Alberto comento luego de ser el primero en cruzar hacia el invisible otro lado para convencer definitivamente a sus amigos. — Pero quién sabe, ¡quizás el raro de Ricardo finalmente tenga razón y este sea uno de los portales dimensionales que los hombres de negro nos ocultan! No se queden ahí parados, vámonos ya, no me quiero perder el camión por culpa de ustedes.

No sucedió mucho tras cruzar aquel monumento siniestro por lo menos durante las primeras tres o cuatro avenidas que recorrieron, quizás solamente aumentando todavía más la intensidad del calor que les azotaba hasta que el mismo aire se había empantanado hasta tomar la consistencia de asfalto hirviendo, pero rápidamente fue muy evidente para Lorenzo que las cosas a su alrededor eran distintas en maneras que se hacían menos sutiles conforme proseguían avanzando. Las ramas de los árboles sin hojas y los postes oxidados donde antes hubo luces estaban alargados o comprimidos en una manera que les hacía tener la tenacidad de la arcilla mojada; toda la tinta usada en las propagandas políticas terminaron mezclándose en la parte baja de estas como un aceite hirviendo que roía al papel y casi ningún cristal enseñaba más allá de unos centímetros delante de lo que estaban protegiendo, el resto siendo un sórdido humo de incienso que lentamente ocultaban más detalles.

Lorenzo era el único que notaba cómo el mundo a su alrededor estaba colapsando a un ritmo que no hacía más que acelerar por cada intersección que cruzaban, que también mutaban vorazmente en su composición hasta que resultó bastante confuso ubicar la sección del laberinto donde estaba y tuviese que depender de seguir a sus amigos con incertidumbre para no acabar más perdido, siendo que lo único que sus amigos hacían era platicar entre ellos de los clásicos temas juveniles mientras ignoraban que el asfalto vibraba como arena debajo de la cual serpenteaban insectos monstruos. En muchas ocasiones deseó comentarles sobre las personas sin rostro y animales con facciones humanas que pasaban a su lado sin hacerlos reaccionar, más una desolación calorífica se apoderó de él sin ninguna razón hasta hacerle quedarse sin aliento por más que bebiese del agua en su botella y muy detrás de ellos sin que su pandilla notase su ausencia lo más mínimo, así tratando desesperadamente de seguir sus pasos para no acabar abandonado sin realmente quererlo por el asqueroso terror que sentía hacia ellos por motivos imposibles de entender, únicamente sabiéndolo cuando los perdió de vista un instante para luego correr hacia ellos sin esperar toparse con algo que ya no era sus amigos.

— ¿Por qué te quedas atrás, Lorenzo? Ya casi llegamos a la estación. — Gerardo dijo mientras aquel esfuerzo hizo que uno de sus músculos faciales reventara en una marea de pus negra que cubrió su rostro, volteándose un momento para usar sus garras de harpía para indicarle a su amigo que se acercara a ellos, toda su complexión siendo una suerte de tumor óseo que pulsaba a ritmos distintos con una mezcla de antihistamínicos y esteroides erosionando sus articulaciones.

— Ahora voy, solamente necesitaba un momento para descansar. — Lorenzo respondió haciendo su mejor esfuerzo contener las lágrimas mientras la cabeza daba miles de vueltas intentando responder qué estaba sucediendo, pensando si eso que estaba sucediendo era su culpa de alguna forma por ser él quien no se había transformado en un monstruo.

— Parece que alguien habló de más cuando dijo en la mañana que podría hacer las cincuenta vueltas en la clase de educación física, ¿no es así, Lorenzo? — Alberto comentó mientras su lengua inflamada colgaba de su boca sin mandíbula y todas las bocas de amarillos dientes en su hinchado vientre se reían como un coro ante el chiste de su maestro. — ¡Seguramente otra vez nos hizo hacer eso el maestro José porque se quería ir con Verónica de primero al desván para hacer cardio! ¡Eso sí es hacer ejercicio, Lorenzo! — añadió riéndose del horrendo chiste mientras su voz empalmada con los alaridos suplicantes que manaban de su cuello rebanado destrozó algunos cristales, su espalda de pronto colapsando y prosiguiendo el trayecto arrastro la mitad de su cuerpo mientras aún contaba chistes irónicos.

— Como si tú no quisieras ser él, Alberto. — Luisa contestó brevemente mientras la masa abyecta en la que se había transformado se deslizaba usando los sudores de su existencia como método de deslizamiento, girándose un instante para reír con el susodicho con su garganta prolapsada mientras sus ojos compuestos que portaba en los estúpidamente grandes pechos colgando en su cuerpo volteaban a ver a Lorenzo con una mirada de complicidad, notándose que esta figura de perturbada fertilidad se hinchaba una y otra vez hasta puntos ridículos en la región de las caderas y senos sin que los también deformes peatones hiciesen más que esquivar sus pervertidas formas. — Creo que ya sé qué voy a dibujar esta noche… — indicó exhalando olores corporales que hicieron a las deformes plantas alrededor de ella marchitarse.

Inicialmente pensó que todo lo que pasaba a su alrededor era producto de una alucinación provocada por un asesino golpe de calor mientras él realmente se encontraba muriendo en una camilla sucia de ambulancia rumbo al apartado hospital de la región comercial, sosteniendo la creencia en los rincones esperanzados de su consciencia durante mucho tiempo incluso luego de hacerse evidente que esta solamente era una manera de sobreponerse ante la necesidad de existir en aquel mundo habitado por monstruos vestidos como sus amigos, los cuales observó constantemente sin todavía poder acercárseles mucho por temor a lo que acababa de sucederles para que fuesen tan horrendamente deformes a pesar de que aún se pudiese observar luces pequeñas de las personas que antes eran.

Incluso la manera como caminaban era tan característica de ellos que uno tenía que cuestionarse si estaban siendo intencionalmente suplantados por alguna entidad misteriosa o simplemente era una coincidencia trágica; saber que quizás esos eran sus amigos lo aterrorizaba más que pensar que aquellos eran criaturas nacidas de las novelas que a él le encantaba leer, pensando si él también habría de cambiar tarde o temprano o también se había quedado atrás respecto a su pandilla, no queriendo acompañándolos más que para no quedar perdido en el ya también alienígena universo de calles raras e ilógicas donde algunos peatones monstruosos intimidaban más que los que Lorenzo tenía frente sí.

Fue cuando aquellas sombras que supuestamente eran sus amigos tomaron un desvío para reunirse al otro lado de la calle con sombras reconocidas perfectamente por Lorenzo a pesar de que ahora solo eran parodias mórbida de las morfologías que algunas vez tuvieron, esto incluso tomando en cuenta que de todas formas las criaturas desde el inicio tenían una forma corrupta por su participación en el activismo de la violencia alcohólica y política, que el muchacho deshidratado se convenció que algo muy serio efectivamente había ocurrido con los amigos a quienes tanto quería. Los supuestos estudiantes de bachillerato que por mucho tiempo habían acosado sin miramientos a estudiantes de secundaria ahora no parecían notar que sus víctimas predilectas se les acercaban sin querer escapar, y sus cuerpos artrópodos con muchas cabezas, pezuñas, garras y antenas; no reaccionaron sin su característico ruido cínico repleto con intenciones insinceras de promover sus ideas hasta anárquicas sino hasta que les inició una conversación la entidad que alguna vez se llamó Gerardo.

— ¿Entonces qué pasó? — preguntó el que aparentemente era el líder de los delincuentes como si ambos fuesen amigos desde hacía tiempo, quizás siendo ese el caso dado lo complicado que resultaba discernir todavía quiénes eran esos monstruos llamados igual que sus amigos. — ¿Lograste anotar con ella o se te hicieron pequeños al momento de la verdad?

— ¡Pequeños los tendrás tú, idiota! — Gerardo respondió sin ningún tono de agresividad mientras uno de sus bíceps reventaba hebra a hebra en una efervescente cascada sanguínea que obviamente nadie notó. — Con decirte que me la llevé a casa, y no solo anoté toda la noche, sino que hasta se la pasó gritando.

— ¿Debido a que eres muy bueno o bastante feo? — Alberto se burló usando sus costillas rotas para reverberar el sonido casi apagado de su boca por estar arrastrando lo que posiblemente era su rostro en la acera.

— Eres todo un comediante, Alberto. — Gerardo contestó sin resentimientos pero si azotando su cuerpo con el brazo funcional que le restaba, así hundiendo toda la masa del supuesto niño burlón en una mancha de huesos rotos y apéndices que no pertenecían a los mamíferos, ahora pareciendo más bien un caracol salado que de alguna forma todavía vivía.

— ¿Qué hay de ti, estúpido Lorenzo? — comentó este mismo insecto sin que el desdén que tenía por el muchacho se hubiese transformado como sí había ocurrido con el resto de su pandilla, acercándosele con su reptiliana forma hasta que sus fauces porcinas estuvieron prácticamente lamiendo el rostro del aterrado niño. — ¿Vas a contarme algo o te vas a quedar callado el resto de la tarde? Me tienes enfrente pero no me quieres hablar a pesar de que seguro te la pasas hablando pestes de mí. Será mejor que te vayas de una vez porque me estás haciendo enojar con tu cara de niño espantado, imbécil mudo. — añadió tras empujar a Lorenzo con su mesotórax hasta el lado contrario de la calle.

Fue una coincidencia que no muriese aplastado inmediatamente luego de que se estrelló violentamente contra la pared elástica compuesta de cartílago animal que se encontraba al lado opuesto de la avenida, siendo evidente que no existía en aquel mundo nada semejante a los milagros benefactores que de alguna manera habrían actuado para rescatarle de este, así que el impacto real no fue tan doloroso como el figurativo que recibió tras contemplar llorando a las cosas que se habían robado el cuerpo de sus amigos se reían de él con sus miradas junto a los delincuentes mutados señalándolo junto a risas que rompían la corteza terrestre. No pudo soportarlo más, y con todos sus esfuerzos se levantó entumecido mientras trataba de ignorar la manera en que Luisa se hiperventilaba hasta irradiar como un metal en la hoguera por reírse del asunto, andando rápidamente en dirección contraria tratando de ignorar los comentarios amargos que decía Alberto entre risotadas que silenciaban las plegarias para que alguien terminase con su dolor provenientes de su espalda, rápidamente tratando de recordar la ruta que había caminado hasta entonces sin que la sangre crocante de los cuádriceps hinchados de Gerardo resultase muy útil tras notar que estaba desperdigada por todas partes.

Corrió tan pronto como recuperó un poco la movilidad para darse cuenta de que se había perdido a tan solo unas calles del sitio donde había sido humillado por monstruos sin corazón alguno, más no se detuvo un solo instante más que para recuperar el aliento por el miedo que estos seres le instaban en su neurótico corazón, decidiendo que eventualmente daría con la salida del laberinto si seguía las paredes a su izquierda por todos los giros que diesen. Notando en su inconsciente que esta era tan solo una superstición lógica que podría no funcionar en un mundo donde los peatones eran urticarias negras que se deformaban instante a instante y los edificios a su alrededor marionetas sangrientas moviéndose por la expansión del calor, decidió continuar simplemente al no querer vivir en aquel mundo por más tiempo del que le tomase recorrer toda la alterada cuadra, terminando por encontrar la salida unas doce horas más tarde tras haber caminado con la mano pegada a la izquierda y sin que el sol encima de él cambiase de posición un solo instante.

Le encontraron donde se supondría estaba el arco donde había comenzado aquella locura, inconsciente debido a la extenuante jornada que por otras coincidencias para nada orientadas hacia su supervivencia más que por las crueles normas del azar y apenas viviendo debido a que los únicos líquidos en su cuerpo eran lágrimas hirviendo junto a sangre con el espesor de la grenetina, siendo trasladado por la ambulancia apenas funcional con la que había fantaseado horas atrás. Lorenzo pensó que tras salir del hospital unas semanas después tendría un descanso eterno de aquella espeluznante fantasía, teniendo a sus padres como único apoyo psicológico tras comprobar que ninguno de sus amigos lo visitó durante dicha estancia, más se equivocó tan pronto como fue recibido entre pompas alegres por su salón de clase como si de un veterano de guerra se tratase.

La mayoría eran una especie de malformación usando los pellejos de sus compañeros como un cruento pero inefectivo disfraz para ocultar su aberrante presencia. Unos cuantos eran exagerados seres de la fantasía más oscurantista diseñada por una mente perversa con el objetivo de provocar pesadillas, apenas cabiendo en el salón debido a sus proporciones imposibles; mientras que otros eran solo una caricatura distorsionada de las personas que imitaban, no muy distinto a cómo uno lucía abortado frente a los espejos de un circo, excepto que muchos líquidos salían de multitud de orificios que bien eran el rostro u otros sitios repugnantes. Por supuesto que su pandilla también se encontraba ahí, y le intentaron integrar de nuevo al grupo luego de que cada uno le diese sus excusas para no visitarlo con tonos que casi perfectamente imitaban vergüenza sincerísima, siendo imposible resistir las ganas de llorar por más de unos minutos cada que le tocaba pretender que no había problema alguno con ellos. Lorenzo solamente pudo preguntarse conforme pasaban los días y la contaminación se propagaba cada vez más fuera del salón hacia el resto del mundo si eventualmente sus supuestos amigos se darían cuenta de la farsa; quizás notando por casualidad que él no era un monstruo como ellos o tal vez un día solamente decidiendo entre todos que sería divertido devorarlo sin aviso, y estos pensamientos nunca hicieron más sencillo tratar de no morir del miedo o del asco mientras les miraba con una sonrisa nerviosa involucionar hacia versiones dadaístas de las personas que alguna vez fueron.

Necesitó poco tiempo antes de encontrar seguridad en la presencia todavía humana de Ricardo, aquel muchacho del otro grupo que todo mundo deleznaba por su excentricidad pero que por alguna razón había sido relegado de sufrir aquella transformación siniestra que la realidad experimentaba día con día, notando que su compañía no era tan odiosa como uno podría esperar luego de meses escuchando los terribles rumores sobre su comportamiento. Su nuevo amigo era un neurótico que solamente podía esputar conspiraciones respecto a lo que había provocado la metamorfosis del mundo hacia un criadero de monstruos, mismas que por alguna razón lograban ser completamente insensatas aún rodeados de tumores que alcanzaban los dos metros de altura tras estirar sus disfraces hasta el límite fisiológico, más cuando los padres de ambos recibieron el mismo tratamiento y llegar a casa se tornaba todos los días más imposible, encontraron aunque fuese una pizca de esperanza con la compañía del otro. Durante la última tarde antes de que ambos decidiesen huir en búsqueda de una solución inexistente para aquella pesadilla en cuantos rincones del mundo pudiesen recorrer antes de perecer ante los monstruos que por tanto tiempo habían convencido de ser uno de ellos, observando tristemente el cantar distorsionado de una sirena con gargantas tuberculosas y pechos en forma de dodecaedros gigantes que alguna vez fue Frida, Lorenzo no pudo evitar pensar que incluso esos monstruos que le revolvían todas sus vísceras parecían ser felices en su propia realidad profana.

— ¿Seguro de que quieres hacerlo? — inquirió Lorenzo una última vez al niño extraño junto a él.

— Como si hubiese otra alternativa. — respondió este perturbado mientras su mirada comunicaba que también sufría de las mismas turbulencias mentales, sabiendo que incluso si él solamente era un reemplazo para aquello que había perdido, ahora más que nada apreciaba la compañía de alguien que no fuese un monstruo.

La sensación que pretendía reventar el pecho del niño era indescriptible solo con las palabras. Era más bien una canción que decía cómo sus mismas memorias se desvanecían ante el sufrimiento de haberlo perdido todo cuanto pensaba sería eterno; la amistad en una secundaria parecía bastión tan invencible como la misma institución, más ahora mismo, Lorenzo estaba perdido a tal punto que las lágrimas no sobraron. Era una pena tener que observar al mundo entero que creía conocer tan bien desaparecer en una mentira: una corrupción incapaz de decidirse si deseaba ser la verdad o falsedad. Como si leyese las mentes de aquellos monstruos, él sabía que una semblanza de quienes quería seguía en sus interiores llenos de necrosis, pero también reconocía como imposible hacer algo por ellos sin antes morir lastimado y avergonzado de sí mismo por ser el único normal en un mundo distinto al que conocía.

Huyendo por el tejado de la secundaria en compañía de su nuevo amigo, se preguntó una última vez qué había pasado mientras se lamentaba no haber podido hacer nada para rescatar a sus amigos, consciente de que no tenía poder alguno ni la valentía para conseguirlo, cuestionándose siquiera si requerían ser salvados de su lamentable estado o eran más que felices siendo esas burlas contra quienes una vez fueron. Encontró alivio sabiendo que de todas formas, ya era muy tarde para pretenderse superior a ellos solo por seguir siendo el mismo niño cobarde pero humano de siempre, reconociendo que los monstruos rápido le olvidarían tanto a él como a sus pensamientos melosos. Abandonó su vida en búsqueda nueva compañía, una vez más si sus recuerdos de la primaria de apenas unos años atrás no le fallaban, observando con melancolía que la mancha negra en el dorso de su mano no hacía sino aumentar en volumen siempre que pensaba en sus amigos.

AGRADECIMIENTOS

Mientras intento encontrar las palabras adecuadas para redactar esta sección me encuentro escuchando una interpretación en español de la bastante emblemática canción de The End of Evangelion: Komm, Süsser Tod. Tengo una relación interesante con esta pieza, ya que por sí misma no me evoca sentimientos de tristeza o soledad más allá de los que tiene determinados como un elemento que acompaña a los eventos de la película. Sin embargo la he terminado por asociar con un evento que certeramente marcó el trayecto que recorrería mi vida hasta el presente en que me hallo redactando esto, y aunque hablo de cicatrices antiguas, toda la poesía musical que emite esta canción todavía puede provocar un ligero dolor en mi corazón. 

Hace unos años escuché esta canción durante una madrugada tras haber quemado todo cuanto me conectaba con los amigos que había hecho tiempo atrás, y aunque un acto repleto con pretensiones dramáticas de un adolescente profundamente imbécil, me sorprende cómo hasta ahora puedo recordar a las últimas notas de esta pieza sentar con una potencia inhumana el peso de los errores que cometí encima de mi conciencia; tan monumentales tanto en su banalidad como significancia que solamente ahora, muchos años después una vez sucedieron aquellas cosas, me atrevo a confesarlo sin la valentía para ahondar los detalles. Únicamente tengo fuerzas para decir que en aquel momento supuse que comprendí todos los matices y profundidades que la canción transmitía a todos quienes la oyeron prestando un mínimo de atención. 

Claramente aún ignoraba qué tan distante me encontraba de la comprensión de una pieza tan hermosa como esta. Pienso que estas palabras carecen de toda validez para explicar aquello que el texto anterior tuvo por encargo, así que para impedirme ventilar mis frustraciones una vez más sobre alguien que no merece perder más su tiempo, solamente me limitaré a decir que hace poco retorné a esta canción para una vez más indagar en las ironías hirientes que contiene su letra, así dándome aquellas la inspiración para esta historia junto con la ayuda de recordar tanto eventos que en unos meses cumplirán su primer aniversario como otros que lentamente se acercarán al quinto. Pareciese que el camino que he de transitar ahora está pavimentado con muchas lecciones tan espinosas como burlescas, más agradezco haber sido sacudido de aquellas formas porque sin estos eventos no me habría dado cuenta de aquellas cosas en mi vida que son realmente importantes, y sobre todo, tampoco hubiese aprendido la valiosa lección que existe en la soledad respecto a qué tan preciosa es realmente cada instante de la vida. 

Esto es lo que tenía planeado decir cuando publicase esta historia una fecha más distante de este presente. Redactando las palabras anteriores me doy cuenta de qué tanto hube de eliminar porque deseaba incluirlo en ese futuro que ya no sucederá con el expreso propósito de ganarme simpatía o lástima. Seguramente terminé por hacerlo aún por ignorancia completa de qué tanto he fracasado por abandonar mis deseos de llamar la atención aún sabiendo cómo termina eso para mí, y quizás esto sirva como una constancia de que una parte de mi alma seguirá por siempre intacta a pesar de haberse encontrado dos veces seguidas con una segura pero dulce muerte digital. 

Se me comunicó una noticia que por completo impide asegurar que tengo pleno conocimiento del trayecto que me depara aún sabiendo muy bien todo cuanto hay detrás, y si alguien todavía está leyendo esto durante la fecha adecuada, seguramente estará más que consciente de que revelación es esta. Me queda como consuelo que lo único que sé muy bien tras aprenderlo dolorosamente es que nada en este mundo digital tendría por qué reclamar más tiempo de mi vida del que merece a causa de su naturaleza tan irreal como pasajera. 

Entonces me limito a no continuar redactando otra cosa además de una sincera dedicatoria repleta con mucho amor a muchas personas que alguna vez fueron; y únicamente por los terribles caprichos del destino, particularmente quiero dedicar esta obra a cierta persona que espero continúe siendo a pesar de todo.

¡Qué dramático! ¿No?

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