PRÁCTICA: Andrómeda

Las múltiples entradas a la estación orbital permanecían perpetuamente abiertas como resultado de las oleadas de gente que entraba y salía, situación que era la norma después del mediodía en la estación Bifröst. Como el ascensor espacial más moderno en la Tierra, gozaba de una arquitectura funcional y estéticamente llamativa: una base circular con incontables paneles de cristal grisáceos que rompían con la monotonía del plasticoncreto dorado que hospedaba a la terminal de espera, y en cuyo centro se hallaba un ancho pilar decorado cada 200 metros con gigantescos aceleradores magnéticos, mismos que le daban al ascensor una apariencia barroca que complementaba bien con su color áureo y hacían más impresionante su elevación de 120 kilómetros hacia la atmósfera.

El interior de la estación era un laberinto de sillas y pantallas, sin contar a la absurda cantidad de personas caminando hacia todas direcciones, como si de una elaborada coreografía se tratase. Las paredes estaban repletas de holopósters con información acerca de próximos horarios de embarque, civiles y militares, en su mayoría escritos en polaco pero con sus respectivas traducciones al inglés, español y sakawo. Muy a pesar de los intentos de la burocracia interna del ascensor, casi todas las personas aparentaban una conformista confusión y esperanza en sus capacidades de hallar dónde formarse.

Entre ellas estaba Evelyin, quien había llegado en condición de futura capitana en la primer misión científica a Andrómeda pero ahora se sumaba a la multitud extrañada y abandonada a la suerte. La mujer sacó su renovada credencial del Ministerio de Defensa y Exploración Espacial, una electrotarjeta pequeña que mostraba una fotografía bastante desactualizada junto con su nombre, número de servicio activo y puesto dentro del ministerio, así como también sus signos vitales y localización precisa, todo a un lado del logo del ministerio, una lanza atravesando las Pléyades. Sin embargo, lo que más le interesaba a Evelyin era la puerta a la que se debía presentar.

— Puerta doce… 11:30 a.m. — leyó en voz alta, recordándose la hora solo para darse un poco de seguridad.

Contó una a una las puertas de acceso una vez se acercó al centro del edificio, buscando con la mirada entre las interminables filas que se asomaban a su derecha e izquierda. Su inspección determinó que debía irse hacia su derecha, pues se encontraba apenas frente a las puertas 4 y 5. Esquivó de milagro a muchos transeúntes, andando con velocidad y obedeciendo solo a sus reflejos; prestando atención a lo que los omniparlantes de la estación decían, pero sin entender qué decían. Llegó hasta la puerta diez sin incidentes, pero antes de poder ver la señal de la onceava, sintió su hombro chocar con alguien que venía en dirección contraria a ella.

Se giró y miró a una mujer una cabeza más alta que ella, con la piel del mismo tono que los camarones, un pelo chino abultado y recogido en un chingo; y lo que más destacó para Evelyin, incluso más que su estatura: un triángulo rectángulo tatuado debajo de su ojo derecho, el cual llegaba hasta la comisura de sus labios; la señal indiscutible de que tenía de frente a una marciana.

La mujer se disculpó al instante con un inglés casi perfecto, solo delatado como segunda lengua por el acento que acentuaba la sílaba media de cada una de las palabras. Evelyin, aunque acostumbrada al inglés por sus tantos años trabajando para el ministerio, se quedó pasmada por unos instantes hasta recordar en qué idioma contestar. Una vez le dijo que no había de qué disculparse, la marciana aprovechó la oportunidad para hacerle una pregunta.

— ¿Sabe dónde se encuentra la puerta doce?

— ¿Doce? — preguntó Evelyin con cierta emoción, sabiendo que se había topado con uno de sus subalternos, por lo que señaló con entusiasmo detrás suyo. — Está hacia allá, sígame. Yo también me dirijo a esa puerta.

— ¿Sí, usted es parte del Madre Gea? — dijo la marciana adquiriendo la misma emoción de Evelyin. — ¿Cuál es su estación?

— Capitana. — respondió Evelyin mientras una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, deseando tener puesto su destellante uniforme blanco.

La mujer se detuvo de golpe, haciendo que la capitana también se detuviese y voltease a ver a su compañera. Haciéndole el saludo militar sin poder ocultar un dejo de vergüenza en su lenguaje corporal, volvió a pedir disculpas por una aparente falta de respeto y profesionalismo.Es un placer conocerla, señora. Hada Jane, oficial de ingeniería.

— El placer es todo mío, señorita Jane.

Evelyin le devolvió el saludo, colocando sus dedos en paralelo sobre el centro de su pecho y permitiendo a Hada descansar, solo para pedirle que continuasen avanzando. La marciana obedeció, esta vez tratando de seguirle el paso a su superior y no mostrarse tan confundida.

— ¿Es su primera misión? — le preguntó mientras llegaban a la fila.

No señora, trabajé durante tres años como oficial de ingeniería en la estación comercial Venecia, órbita de Saturno. Y antes de eso, como asistente de sistemas en la nave de transporte Espíritu de África.  — contestó con la intención de mostrarse como competente y experimentada, con una sonrisa de iguales intenciones.

Me alegra saber que me han asignado al mejor personal posible. — contestó Evelyin con otra sonrisa, quizás adivinando las intenciones de Hada. — Esta es una misión de incertidumbre elevada, es probable que sobrepasemos por décadas la duración estimada de esta; ¿tuvo la oportunidad de visitar la Tierra antes de ser asignada?

— Es mi primera vez en la república. — contestó Hada intrigada por tal pregunta. — Quizás cuando regrese, me gustaría ir a Arizona. Si me permite decirlo, este es un planeta demasiado frío.

— Evelyin volvió a sonreír, esta vez en una actitud genuinamente risueña, contestándole que no todo el planeta era frío, y preguntándole de vuelta si Marte no era incluso más frío que la Tierra.

— Sí, pero la Tierra también es húmeda. En exceso. — fue lo que pudo responder Hada.

Las quince filas que esperaban la apertura de la puerta doce parecían haberse fundido en un solo desastre, y montones de rostros podían verse periféricamente; mayormente mostrando cansancio y aburrimiento, aunque otras pocas parecían estar emocionadas o expectantes, quizás nerviosas. Se formaron, Hada cediendo su lugar a la capitana, detrás de un hombre fornido y de cabello peinado, quien al escuchar a la marciana decir para sí mismo algo respecto al tiempo restante para entrar. Él no estaba formado precisamente, más bien estaba esperando cerca de las filas.

— No se preocupe, normalmente abren las puertas unos cinco minutos después de la hora indicada. Es normal en estaciones tan concurridas como esta. Soy Peter Wagner, es un placer conocerlas. — dijo el hombre con un tono que casi disfrazaba su ascendencia marciana, de rasgos marcados y una mirada afilada, estrechándoles la mano.

— Hada Jane, el placer el mío señor Wagner. — respondió ella dándole un apretón.

— Evelyin Amare, señor Wagner; refiérase a mí como señora. — dijo también estrechando su mano.

— ¿Capitana? — preguntó este preparándose para la noticia.

— Así es, señor Wagner.

Recibiendo la noticia, la cara del hombre se transformó por un momento en una mueca de asombro y respeto, pero volvió a su estado habitual de inocente coquetería y asertividad. Le hizo el saludo militar, llamando la atención de todos alrededor.

—Señora, soy su Primer Oficial, es un honor conocerla y trabajar para usted.

Hada saludó a Peter tras conocer su rango, por poco repitiendo la misma escena que tuvo con la capitana. Él la hizo descansar de inmediato, y se acercó con una actitud informal mientras le mostraba la palma izquierda, en la cual había un tatuaje de un cuadro segmentado por la diagonal.

— Olimpo. — dijo este sin dar más explicaciones, pero haciéndole una pregunta a Hada.—¿Ares?

— Casi señor, soy de Tártaro.

— ¡Tártaro! Es bueno tener a una planetaria por aquí. Escuché que Comunicaciones y Transporte abrirá una ruta de translínea que conecte desde la montaña hasta Tártaro. — dijo este con emoción, dando a entender a Evelyin que en Marte al monte Olimpo se le llamaba simplemente “la montaña”.

Están en la fase de planeación todavía, pero el gobierno de la república todavía no sabe qué hacer con la reserva de Hipólita; evitarla implica desviar la línea varios kilómetros y ese es un costo muy elevado, pero si pretenden quitar la reserva se arriesgan a una insurrección.

— ¿Enserio? Pues tienen razón en quejarse, porque…—Peter iba a continuar, pero las puertas de la estación se abrieron a la par que los omniparlantes anunciaban instrucciones para la tripulación del Madre Gea.

2 comentarios sobre “PRÁCTICA: Andrómeda

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar