Querida Frida

¿Te acuerdas cómo nos conocimos? Si te soy sincero, cada vez me cuesta más recordar algún momento de mi vida en el cual tú no estuvieses presente de una u otra manera, pero tampoco sé en qué punto de la historia se mezclaron nuestras vidas. Lo más antiguo que recuerdo es habernos encontrado en el museo, y puede esta haber sido la primera vez o tan solo una de varias ocasiones donde nuestros destinos se unieron, pero creo que los años solo van a hacer más imposible saberlo con precisión. Solamente inicié mi respuesta a tu carta con esta pregunta porque a pesar de todo, esas memorias no me van a dejar tranquilo sino hasta que todas se fundan en una sola y desaparezcan con mi senectud, pero dudo que esto te importe demasiado. Te respondo únicamente porque sé que me consideras desechable como el resto de las personas que han tenido la desgracia de conocerte, pero en ningún momento quisiera vivir sabiendo que tú tuviste la última palabra, así que concédeme la oportunidad de ser honesto contigo.

Eres una persona detestable. Nunca has escondido el hecho de que tu vida ha sido complicada por un número interminable de historias trágicas, mismas que siempre relatas a la vez que enseñas las cicatrices en tu cuerpo hasta casi desnudarte con tal de que te crean quienes están dispuestos a escucharte, como si cada una de ellas fuese una excusa de tu comportamiento. Según tú, el mundo entero te debe todo solamente porque eres víctima de tanto, y quienes se cansan de ti son presa de tu inacabable desprecio hipócrita, elevándote en una dignidad inalcanzable que se sostiene en tantas mentiras como verdades a medias puedas recordar. Haces a tantas personas creer que es un honor estar frente a tu presencia, cuando únicamente tienes qué ofrecer palabras vacías o consejos que no sirven más que para postergar los problemas a una fecha cercana. Tanto a mí como a incontables has convencido de que tu amor es un brebaje calentado en la flama del amor, cuando en realidad, no es más que el producto de algo quemado por el ardor de un insoportable resentimiento.

Siempre te vistes de colores pese a que tu alma está negra desde hace muchísimo tiempo, y le ofreces tu sonrisa a quienes se encantan con hacerte regalos, solo para demostrar que robar está en tu sangre; aún excusándote de que a ti te han robado incontables veces más y por eso deberían perdonarte, absolutamente cada que te descubren mostrando tu verdadera cara, incluso besándome con esa misma lengua que tanto rencor venenoso esputa hacia quienes tú opinas que son responsables de tu infortunio. Escoges lo que te conviene que otros sepan y escondes la evidencia que demuestra al mundo entero quién eres en realidad, tanto que nunca sé con seguridad quién es la persona de la que desafortunadamente me enamoré una vez: ¿Eres una pobre víctima que sigue luchando pese a tantas veces que la han socavado poderes superiores que te odian sin razón? ¿Acaso eres una diosa inalcanzable contra la que todo mundo conspira por envidia? Eres un asco y tu amor, si es que alguna vez fue genuino, es una maldición.

No me vuelvas a hablar, Frida.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar